Hace unos días leí un artículo que dentro de sus líneas encontré la inspiración para hacer este texto. En éste hallé un par de razones para escribir el día de hoy; la primera, su forma de “arjonear” que me resultó muy… en fin, y la segunda, que invitaba a los colegas a criticar menos y crear más. No estoy de acuerdo. Y no es que no me parezca buena idea crear más que criticar, es que más bien considero que una no es condicionante de la otra, es decir, puedes trabajar excelentes ideas y al mismo tiempo tener un punto de opinión o de referencia hacia el trabajo que observamos todos los días. Se trata de entender que nuestro trabajo se hace público, es visto de forma masiva o en el mejor (o peor) de los casos, para un ciento de personas. Es imposible pedir que se detengan las críticas, es como si un cineasta pidiera que se detengan los Rotten Tomatoes, porque tomemos en cuenta que si no existiera la crítica, tampoco existiría la premiación –tema que se aborda en el texto mencionado-. Ahí sí existe una condicional: la crítica no significa demeritar el trabajo ajeno forzosamente, creo que es bueno recibir comentarios (sean cuales sean) de compañeros del mismo medio. No estoy diciendo que esté de acuerdo con aquellos haters que solo se dedican a ver cuántas pedradas lanzan al día, más bien va por el lado de “una critica es un regalo; tú sabrás si lo aceptas o no”. Dejemos de rompernos las medias argumentando que “dijeron que mi trabajo está feo”, si no les gustan las críticas, no las escuchen, punto. Por otro lado, si les interesa recibir críticas, pero no les parece que sólo les lleguen mentadas, piensen en esto: siempre y cuando no sea su cliente el que las está emitiendo, todo está en orden y como dicen por ahí: “a palabras necias…”.
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