Las marcas que identifican las empresas nacen de un proceso de construcción social, se conciben en las entrañas del mercado donde fluyen cientos de pensamientos y en donde se materializan necesidades cada vez más agudas y específicas. La solución de asuntos de la vida cotidiana de las personas y los mecanismos de intervención que la empresa utiliza antes de registrar una marca, constituyen la imagen que en esencia han de transmitir y con la cual fundamentan su relación con los clientes. El componente social que dinamiza las organizaciones, y particularmente las marcas, conducen los esfuerzos hacia la consolidación de las relaciones que en la práctica le otorgan a un producto o servicio mejores resultados, a partir de la credibilidad que alcanza mediante la exaltación de sus características o bondades. La sobrecarga producida en la actual sociedad del conocimiento y la exploración de los sentidos que arrebata la razón frente a las opciones que se presentan para satisfacer las necesidades, ha posicionado el concepto de credibilidad como tendencia del mercadeo y la comunicación. Una tendencia, que con el avance de los años, se tradujo en el grado de influencia de las marcas sobre las decisiones e incluso estilos de vida de las personas; situación que empresarios y académicos han explicado identificando acciones que en la mayoría de los casos, se basan en personas o elementos que atraen la audiencia, pero que no deben quedarse solo en eso, sino trascender hacia la consolidación en el mercado mediante la unión de esfuerzos propios de cada proceso organizacional. Precisamente la evolución de los mercados, pasó de un tiempo en el que las personas acordaban trueques e intercambiaban productos porque los necesitaban, sin muchas opciones para escoger o sin una mentalidad de comprador selectivo como la de ahora; a las grandes compañías que producían en masa, pero que entendieron la ventaja de conocer a los clientes y sus expectativas, comprendiendo las posibilidades de enfocarse en un segmento del mercado, con un impacto más rápido y efectivo auspiciado por las relaciones. Estos cambios, introdujeron en el mercado productos cada vez más personalizados y coherentes con la realidad de los clientes, causando por defecto el posicionamiento de una marca que amparada en las estrategias de la empresa consigue ganar terreno en los mercados. Los clientes con los que la empresa se relaciona mediante su marca, son personas que consciente o inconscientemente ven o crean un concepto creíble por muchos y que termina influyendo en sus hábitos o en sus prioridades frente a otras tantas opciones. De tal forma, que la influencia de las marcas supera la barrera de una imagen o persona famosa que apadrina un producto y que atrae las personas para que compren; se trata de observar la capacidad de influencia como una estrategia que interviene en los distintos ambientes y que genera una personalidad agradable o vinculante. No se trata solamente de aumentar el consumo, sino de formar una personalidad influyente del producto que consolide la empresa en el mercado, haciéndola capaz de trascender en la vida de sus clientes. Recuerden que “un producto se crea en la fábrica; una marca se crea en la mente”… nos leemos pronto. Fuente imagen: Instituto SISE.
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