Hace poco tiempo, platiqué con un taxista sobre UBER y éste me compartió algo que refleja mucho el sentir de ‘ese mexicano que nada le parece y no acaba de entender’. Me decía “esos del Uber, creen que nomás porque le abren la puerta al pasaje, llegan rápido, manejan más alivianados y hasta agüita regalan, nos van a desplazar. Están bien weyes. Si el servicio del taxi es la neta”. Esto lo decía mientras alegaba no tener cambio, luego de pedirme pasáramos a la “gas” (como si tuviera tiempo de sobra). El chiste se cuenta solo. Y esto no es exclusivo de la industria del transporte público. En las instituciones educativas pasa lo mismo, donde ante la ineficacia de la enseñanza surge la pedagogía en práctica privada. O en la industria de la producción radiofónica, donde la espesa forma de trabajar y los engorrosos trámites para producir un spot, dan fuerza a productores independientes que intervienen en medios digitales. En la gastronomía pasa enteramente lo mismo. Qué sería de los arcos dorados sin sus cajas con juguetes. Cuándo la comida americana de autoservicio se convirtió en algo gourmet. No fue sino hasta que nos fue vendida como si fuera un platillo especial. Hoy, ¿qué está haciendo diferente a tu producto, ante el resto de tu competencia? Porque no es suficiente con invertir en promoción, tampoco basta con mejorar tu calidad; se debe ofrecer un mejor servicio, tener una mejor atención. La publicidad de boca en boca sí funciona, siempre y cuando existan estos tres factores: calidad, buena imagen y excelente servicio.
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