He llegado por fin a lo que quería ser de mayor: UN NIÑO
Joseph heller
¿Dejamos de crear porque dejamos de ser niños o dejamos de ser niños porque dejamos de crear? Quizá la respuesta a esa pregunta sea igual de ambivalente que el hecho de llegar a edad adulta y no saber elegir entre las acciones que nos catalogan como “niños” o aquellas que son aptas para nuestra edad. De niños hacemos LITERALMENTE lo que nos venga en gana. Podemos revolcarnos en el piso, podemos correr por la calle incluso sin ropa y nadie nos dice nada; podemos llegar a casa embarrados después de haber jugado fútbol mientras caía un tremendo aguacero o incluso nos dejaban comer todo lo que quisiéramos sin pensar en dietas, carbohidratos, o cuidar la figura. Los niños crean un entorno narrativo que influye en sus historias para el resto de sus vidas. La imaginación de los niños sobrepasa los límites racionales. Un profesor de filosofía que me dictó precisamente en mi juventud dijo: “los mayores filósofos que existen hoy día son los niños” a lo que un compañero aireado preguntó: “¿profe, por qué dice eso?” y cuya respuesta tendré grabada en mi mente por siempre: “PORQUE ELLOS SIEMPRE PREGUNTAN” Estamos en una época de mucho ruido, cuyo umbral de atención es reducido y cuya capacidad de asombro se ha aminorado. A veces cuando lanzamos piezas de comunicación sin una estrategia clara y observamos los pésimos resultados, soltamos preguntas cómo las siguientes: ¿por qué no vendimos? ¿Por qué a las personas no les llamó la atención la publicidad? ¿Cómo carajos la gente no entiende que le estamos “regalando” el producto? Si se hubiera hecho un ejercicio de comprensión del contexto y se hubiera creado un sencillo plan táctico con tan sólo modificar las mismas preguntas, los resultados hubieran sido diferentes y el impacto en la caja registradora mayormente positiva. A veces se nos olvida preguntar. El arte de generar cuestionamientos es tan necesario en el mundo del mercadeo como respirar. Sabemos que tenemos que marcar diferencia en un mundo hipercompetitivo. De igual manera, sabemos que innovar en la presentación del producto es una apuesta que genera rendimientos satisfactorios, pero se nos olvida algo tan sencillo que hasta un niño nos pone a reflexionar: ¡PREGUNTAR! Juguemos con nuestro cerebro: reflexionemos sobre nuestro comportamiento y sobre las acciones que realizamos día a día. No juzguemos sobre las actuaciones que erróneamente hicimos, solamente preguntemos e indaguemos como cuando los niños hacen al no comprender algo y sueltan una seguidilla de interrogantes hasta clarificar su panorama y adquieren un óptimo conocimiento. A medida que el ser humano crece, disminuye su asombro. Comienza a acumular prejuicios que la misma sociedad le ha infundido y se “cree el cuento” que tiene que ser una persona madura y capaz para enfrentar escenarios competitivos. Y eso está muy bien, porque a medida que nos capacitamos más, estamos mayormente preparados para afrontar tales retos, pero, de vez en cuando es bueno jugar en la calle, correr en los pasillos de los centros comerciales y llegar embarrados a casa después de jugar un partido. De niños queremos que pase el tiempo rápido para ser adultos. Y de adultos queremos regresar el tiempo para volver a ser niños. Disfrutemos los momentos y actuemos como niños. Es la única forma de revitalizar nuestro cerebro para ponernos en otro contexto y aflorar la creatividad. El ser niño lo llevamos dentro, pero el actuar ser niño cuando verdaderamente lo necesitamos sólo lo decides tú. Imagen cortesía de iStock
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