La era de la información y el internet han hecho posible que tengamos una perspectiva mucho más amplia de todo lo que está sucediendo alrededor del mundo, desde nuevas startups, blogs súper famosos, cursos en línea, hasta grandes y famosos empresarios. Nuestro consumo de información internacional ha aumentado exponencialmente, de forma que llenar un auditorio con el famosísimo bloguero o el empresario multimillonario del año, se ha vuelto un gran negocio. Si nos fijamos con atención, cada vez se vuelve más común encontrar nuevos nombres para denominar a los cursos: seminario, simposio, taller, workshop, master class, conferencia, open day, bootcamp, etc. Sus formatos son ligeramente variables, más o menos informales, pero en esencia sumamente parecidos: compartir información. No me mal entiendan, celebro que podamos tener la oportunidad de tener acceso, casi inmediato (mediante internet), a todo tipo de información, pues es ésta la que nos da perspectiva y un sentido crítico de la realidad a nivel global y no únicamente local. Sin embargo, creo hay varios puntos frágiles a los cuales vale la pena prestarles atención, si realmente queremos adquirir información relevante y útil. Como emprendedora, puedo decir que uno de los principales beneficios de tener una dinámica laboral flexible, es disponer de la libertad para asistir a casi cualquier evento. Razón por la cual, en un inicio, decidí ir a cuanto taller y conferencia sonara interesante. Sin embargo, después de 4 o 5 eventos, empecé a notar que, en repetidas ocasiones, terminaba con un mal sabor de boca, como si sintiera que algo me faltaba… Hasta que un día al terminar un eventos sobre emprendedores ultra exitosos, miré mi libreta y estaba completamente vacía… Me sentí muy molesta, pensé “no anoté nada… ¿significa que no aprendí nada? ¿qué me llevo de este evento si no tengo absolutamente nada relevante que recordar o que compartir?”. Ahí fue cuando empecé a pensar con más detalle la dinámica de todas las conferencias y talleres a las que había asistido recientemente y llegué a un par de conclusiones. Estos son los 3 puntos que consideraría los factores clave para evaluar si una conferencia/ taller/ workshop/seminario/ocomosellame es realmente efectivo: 1.- Diferencie si usted irá a escuchar “experiencias” o “conocimientos técnicos”: Cierto, las experiencias son mucho más amenas, divertidas, fáciles de conectar con la gente e inspiracionales. Lo que también es cierto es que tienen poco de prácticas o reproducibles, puesto que la situación de cada personas será sumamente diferente. La cantidad de factores que pueden alterar el resultado si usted elige seguir “el ejemplo” de aquel famoso speaker, es inmensa, por decirlo de manera modesta. Este tipo de conferencias sobre experiencias, se convierten en algo mucho más motivacional que práctico. Eso no quiere decir que no necesitemos escuchar de vez en cuando que alguien, aún estando en las circunstancias más adversas, logró salir triunfante para devolvernos la esperanza. Sin embargo, es sumamente importante recordar 2 cosas: A.- El sentimiento de motivación e inspiración suele ser temporal, constantemente nos enfrentamos a nuevos retos u obstáculos que nos hacen dudar y poner a prueba nuestra motivación. Las herramientas y conocimiento duro, no son imperecederos, pero serán algo mucho más sólido en el tiempo a lo que aferrarse para continuar su desarrollo. B.- Si usted disfruta de este tipo de pláticas, no se preocupe, no las estamos vetando, simplemente le recomendamos estar atento a la charla para descubrir si el speaker o facilitador hace una reflexión sobre cómo trasladar lo que él/ella hizo a cualquier otro contexto. Es decir, qué factores podrían hacer variar el resultado. De no hacerlo, haga uso de su sentido crítico más agudo y realice usted mismo el ejercicio preguntándose: ¿qué factores definieron el contexto de esa persona?, ¿cuáles son los factores que definen mi contexto? ¿cómo pueden influir en mi objetivo estas diferencias? ¿cómo puedo adaptarlas y manejarlas a mi favor? Si la conferencia resulta ser una excelente combinación de ambas, conocimiento técnico acompañado de un ameno storytelling, usted habrá ganado. 2.- Una experiencia no es un cambio permanente, un nuevo hábito sí: Muchos talleres se han apoyado en el argumento de que aprendemos mejor mediante experiencias que simplemente estudiando información. Es cierto, poner en práctica el conocimiento es parte esencial del proceso de aprendizaje, descubrir qué entendimos, qué no sabíamos, cómo respondimos a ello utilizando nuestros conocimientos, todo esto hace que la información se fije en nuestra memoria y se produzca un aprendizaje. Sin embargo, hay una diferencia muy grande en hacer las cosas una vez (experiencia) y en adoptarlas como nuevas prácticas personales (hábito). En una experiencia, uno puede descubrir muchas cosas nuevas y eso es parte importantísima del aprendizaje, pero si usted no repite dicha actividad o habilidad con la suficiente frecuencia, habrá descubierto algo, pero sus habilidades no habrán cambiado en nada. En este sentido las personas que impartan cualquier taller o curso deben estar muy atentos a responder durante su clase la pregunta: ¿cómo logro que las personas sostengan esta conducta en el tiempo para que se logre un aprendizaje permanente? ¿qué herramientas e información necesitan para hacerlo? Puede que me hayan enseñado en una PPT sobre cómo se programa una página web, lo vi, lo entendí, nunca lo hice, no aprendí. O el último más clásico, no por haber jugado un día con legos me convertí en una persona 10 veces más creativa. En resumen, siempre que asista a un curso observe cómo le puede ser útil esa información en el tiempo y si le están brindando las herramientas necesarias para continuar practicándolo. 3.- Compre la materia prima, no el producto: En ocasiones no es la experiencia de vida o el conocimiento técnico lo que vamos a adquirir a una conferencia, sino la oportunidad de conocer la opinión de grandes expertos. Creo que esto tiene también un gran valor, no tan tangible y divertido como los otros casos, pero sin duda de mucha relevancia. Nuestro pensamiento necesita controversia, es decir retos que lo provoquen a pensar, a cuestionar sus argumentos, incluso los más sólidos, ya sea para confirmarlos o para modificarlos y ampliar nuestra visión. Estamos acostumbrados a comprar manuales, metodologías, toolkits, donde todo está digerido y procesado para que usted pueda comprarlos y usar inmediatamente. Eso es práctico, pero incita poco al pensamiento reflexivo y libre. Si usted va a una conferencia a escuchar la opinión de un gran pensador en su respectiva disciplina y 2 o 3 ideas (o con suerte algunas más) lo dejan pensando el resto de la semana y lo hacen llegar a nuevas conclusiones propias, usted habrá hecho una gran inversión, habrá pagado porque lo hicieran pensar. La razón por la que quise escribir este artículo es porque mi trabajo es impartir talleres y capacitaciones, y workshops y bootcamps y clases y demás nombres pegajosos, y me he topado con una cantidad impresionante de ofertas poco efectivas y comprometidas con el aprendizaje de las personas. Enseñar no es una actividad sencilla, no es solamente recopilar información y compartirla, es entender cómo la adoptaran las personas para hacerla útil, entender cómo podrán sacarle el mayor provecho a esa información hasta superarla y complementarla. Siempre que diseño o imparto un taller, lo hago pensando en la utilidad, durabilidad y reto que éste representará para los asistentes. No es trabajo fácil, pero estamos ante una época donde la educación está transformándose radicalmente y donde desaprender se volverá una de las mayores habilidades si queremos dar entrada a nuevas y mejores prácticas e información. AUTOR Claudia Solis De sonrisa desmedida y mente eternamente inquieta. Jazz y café como religión. Fiel creyente de que la naturaleza del hombre es crear. Coach de innovación en @innovaciónenre y RP de @cm_mexicocity. Sígueme en Twitter @art_shesaid
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