Recientemente explotaron las quejas por un concurso el cual ofrecía 2,400 pesos en cerveza artesanal a cambio del diseño de un logotipo. Para muchos diseñadores resultó un insulto, y tienen toda la razón; el premio era realmente ridículo, pero sobre todo es un vulgar engaño. Para cualquier diseñador con tres días de experiencia sabe que este tipo de propuestas son una verdadera mamada, el cabrón dueño de la cerveza quiere pagar 2,400 pesos en producto, lo que significa que (si lo ponemos a costo de producción) cuando más estaría pagando 1,800 pesos. Si bien la propuesta es una chingadera, para mi tuvo una gran revelación… “los diseñadores aún siente respeto por su trabajo”. El enojo y los comentario sarcásticos son la más clara evidencia de esto, sobre todo uno que decía “Lo mismo es Cannes, solo que para entrar tienes que pagar”. No soy diseñador, solo soy un fiel admirador de su trabajo, por lo que me da mucho gusto leer las quejas del gremio, leer que son consientes de la pobreza de los concursos, tanto de los insignificantes de cervezas oaxaqueñas, como de los grandes festivales internacionales. Si van a salir los ñoñazos con la misma cantaleta de siempre “seguro el que redactó este artículo jamás ganó nada” cuando menos tengan la inteligencia para rebatir con argumentos y no se limiten al pobre insulto como consecuencia de sus restringidas capacidades. Los concursos han ido empobreciendo el trabajo, aunque no estoy de acuerdo con aquellos directivos que dicen estar en contra de que los clientes pongan sus cuentas “a concurso”, también entiendo que muchas veces estos concursos son simplemente una manera burocrática de cubrir requisitos para pasar limpios las auditorías. Cualquiera trabajo debe ser remunerado, no vale pagar poco u ofrecer “fama” “exhibición” o “experiencia”, quien acepta poco, no solo se está jodiendo así mismo, sino que se está abrochando a todos. Gracias a los animales que toman estos trabajos, las frases como “yo tengo un cuate que me cobra menos” se han convertido en la mejor herramienta de negociación de los clientes. Los concursos existen porque tiene participantes, si dejáramos de preocuparnos por ser admirados o reconocidos, probablemente se pueda volver a cobrar lo que nuestro trabajo vale. Imagen cortesía de iStock
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