Cuando cumplí 21 años, aprendí que los mejores momentos de la vida, son impredecibles. Los planes, las famosas “to-do-list” y los horarios, solo sirven para después ser arrugados y tirados al tacho de basura, o como los tiempos de ahora, para borrarlos de lista de recordatorios del celular. Aprender a disfrutar lo impredecible no es algo fácil, porque esto significa tener días de malas noticias, sustos, llantos, o como yo suelo decirle, atravesar una “odisea”. Pero, sin estas “odiseas”, no hubiera buenas historias que contar. Definitivamente, las mejores historias nacen de lo impredecible. Lo que me recuerda a una en particular. Se acercaba mi cumpleaños número 21, caía jueves, y todo estaba minuciosamente planeado. Ese día iba a estar con mis personas favoritas y me iba a pasar anhelando la súper fiesta del sábado. Ésta era mi expectativa: un pastel lleno de chocolate recién calentado con un bola (o dos) de helado de vainilla. Pues, mi realidad era la siguiente: pastillas para el dolor de estómago, infinitas tazas de agua de orégano, eternas conversaciones con mi doctora de cómo recuperarme y por supuesto, lágrimas en mis ojos porque no tenía fuerzas para levantarme. No pude hacer nada de lo que tenía planeado, incluso tuve que rechazar una cita. Una semana y bastante sufrimiento después, agradezco que nada salió como lo había planeado. A pesar de lo inesperado, mi cumpleaños me sorprendió de una manera increíble y todo resultó ser mejor. La forma en que se atravesé esa odisea se convirtió en una gran historia. Por eso, hoy quiero decirles a los que son apasionados de las historias como yo: lo mejor sale de lo improvisado. La rutina es el enemigo del storyteller, por eso, a veces es necesario dejarla a un lado. Salgamos de vez en cuando, vayamos a un lugar que no conocemos, hagámonos amigos de los extraños y luego hagamos lo que más nos gusta: contarlo. Las mejores historias están afuera, solo faltan personas para contarlas como se debe. AUTOR Maria Silvia Aguirre Mi nombre es María Silvia y soy comunicóloga porque siempre tengo algo que contar. Pudiera pasar todo el día con Snapchat, pero después Netflix se pone celoso. El amor de mi vida es un buen libro, que venga con un buen café y un dulce cuando sea necesario. Cuando sea grande, quiero que mis nietos repitan mis historias y le cuenten a sus amigos cómo su abuela revolucionó el mercado del contenido en Ecuador. Esto es lo que hago:https://www.behance.net/masilaguirre . http://ec.linkedin.com/in/mariasilviaaguirretorres Imagen cortesía de iStock
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