¿Por qué la propaganda, ese esfuerzo comunicativo que busca “vender” ideas religiosas y/o políticas, no viene contraindicada? ¿No es acaso más peligrosa, en algunos casos, que la impotencia, el cáncer o la neumonía que puede generar el tabaquismo? ¿No es acaso más letal que el alcohol en la sangre de un conductor? He estado reflexionando acerca de una situación que atraviesa mi país en torno al renombrado proceso de paz que durante algo más de cuatro años, el gobierno de Juan Manuel Santos y el grupo guerrillero (considerado ‘terrorista’ también) de las farc (fuerzas armadas revolucionarias de Colombia) ha venido negociando en La Habana, Cuba. Me he puesto a pensar lo ridículamente inexplicable que debe ser para cualquier persona que no viva en Colombia, saber que dicho acuerdo de “paz”, se va a refrendar a través de la figura del plebiscito, en donde a todos los colombianos nos van a preguntar, palabras más palabras menos: ¿quiere paz? Resulta hilarante, desde la óptica foránea, que haya gente que le diga ‘no’ a la paz. Debe ser no menos que enigmático que haya que preguntar. Pues hoy quiero revelar las contraindicaciones de esta propaganda (que tiene a todos agarrados de los pelos), y exhibir la imperante necesidad que tenemos como publicistas de contraindicar todo tipo de propaganda, en especial la política. Las farc son consideradas por muchos gobiernos, incluso por el colombiano (hasta el 2010), el grupo terrorista más antiguo que existe en América. Sus acciones genocidas van desde extorsiones, narcotráfico, secuestro y reclutamiento de menores, hasta masacres, violaciones masivas, minar escuelas rurales y desplazar a miles de campesinos. Para poder negociar con ese grupo y al mismo tiempo no perder el favor de la comunidad internacional, a las farc se le cambió el estatus de ‘terrorista’ a ‘grupo subversivo con beligerancia política’. Es decir, por arte de magia y de los eufemismos propios de la propaganda, unas acciones a todas luces genocidas, pasaron a ser delitos políticos y acciones revolucionarias. (Primera contraindicación). En esa misma línea, las cruentas acciones y todas las víctimas que dejó el grupo, ahora insurgente, a lo largo de cincuenta años, de un momento propagandístico a otro, pasaron a ser consecuencias de un conflicto armado. La palabra “terrorismo”, tan de moda y lapidaria en Europa, en Colombia se transformó en un sutil “conflicto”. (Segunda contraindicación). (Tercera contraindicación). El producto resultante de las negociaciones en La Habana, fue un mamotreto de 297 páginas (léalo aquí), en donde con extensa y leguleya verborrea se le otorga al grupo de las farc, una cantidad inadmisible de prebendas, sinecuras y dádivas. Como los autores saben que el colombiano promedio, poco o nada lee, la idea fue restringir todo lo escrito en dicho memorial a una pregunta cerrada (sí o no). Si lo anterior suena increíblemente irresponsable, este truculento acuerdo debía hacer honor a su naturaleza intrigante, ambigua y subrepticia, por consiguiente la pregunta fue redactada de forma ambigua, conclusiva, conducente, capciosa y engañosa. Es decir, lo que debió ser: ¿Aprueba usted el acuerdo entre el Gobierno y las farc? Se convirtió en: “¿apoya usted el acuerdo final para terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera?”. Como lo que menos le conviene a los gobiernos (y en especial al de Colombia) es que el pueblo piense y se forme una idea argumentada de la realidad, se aplica en la campaña del “sí”, el viejo axioma retórico y político: ‘divide y reinarás’. Es así como a partir de la disyuntiva que sugiere una pregunta cerrada, todos los esfuerzos de comunicación publicitaria por parte de los promotores del “sí”, es descalificar con sevicia peyorativa a todo aquel que se oponga a la respuesta asertiva. A saber, si usted manifiesta públicamente su intención de votar ‘no’, inmediatamente, y por cuenta del ejercicio propagandístico sin contraindicaciones, será señalado como ‘amante de la guerra’, violento, oligarca, aristócrata, paramilitar (otrora contraparte guerrillera de las farc), canalla, tiburón, uribestia (haciendo referencia desdeñosa al séquito ideológico del expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien hoy dirige y lidera una recia oposición al gobierno de Juan M. Santos). Cuarta contraindicación. El 2 de octubre próximo, fue la fecha escogida para realizar el plebiscito por la paz (como hábilmente se ha denominado). Si usted sigue creyendo que la fecha fue azarosa, le recuerdo que estamos hablando de lo tóxica que es la propaganda sin contraindicaciones. El 2 de octubre “coincidencialmente” es el aniversario del natalicio de Mahatma Gandhi… ¡Sin comentarios! Quinta contraindicación. Espero que este grito no sea en el silencio, sino que desde nuestra industria reconozcamos lo nociva que ha sido la propaganda sin contraindicaciones para nuestros países latinoamericanos. Compensemos nuestro karma. Ya que a la publicidad la han culpado de muchas cosas relacionadas con el capitalismo salvaje y el consumismo desaforado; por lo menos que se note la intención de hacer en materia propagandística, la tarea bien hecha.
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