En ediciones pasadas, supimos de qué constaba el brandalism y sus principios, cómo operaba y su razón de ser. En este punto, nos queda preguntarnos a nosotros que convivimos a diario con ello ¿Dónde empieza a ser cultural una forma de “arte” vandálico y hasta donde la publicidad llega a convertirse en cultura para una sociedad? Hace un par de semanas escuché la frase “rehabilitar el crecimiento”, la misma aludía al incremento de ventas en el universo retail, pero ¿se puede pensar en crecimiento y desarrollo cuando todo lo que involucra para llegar a ello perjudica a alguien más? La publicidad miente igual que nuestros gobernantes Y no es una verdad oculta, desde que vemos a parejas saludándose con un apasionado beso por las mañanas, mujeres perfectamente depiladas rasurándose las piernas, madres llenas de paciencia y amor frente a un niño que literalmente destrozó la casa y mi favorita, donde mujeres llenas de ternura y cariño se pasean en columpios frente jardines exóticos solo por el hecho de estar en sus días. Sabemos que esa no es la realidad. ¿Por qué protestar por algo que sabemos que está mal y nadie nos ha impuesto?, de acuerdo a los creadores del «Brandalism», todo el movimiento pretende ser la contraparte en el control corporativo de la esfera visual y así desafiar la autoridad y legitimidad de las imágenes comerciales dentro de espacios públicos y la cultura. ¿Cultura publicitaria o publicidad cultural? Son dos cosas distintas, por un lado el famoso comunicador y autor Jeremiah O’Sullivan Ryan tiene toda la razón en afirmar que “la función específica de la publicidad es la venta de productos, servicios o ideas; no persigue influenciar la conducta social o la cultura. Pero es un hecho evidente, demostrado por suficientes trabajos investigativos, que su impacto en la sociedad produce efectos socio-culturales que deben ser analizados”, pues tal cual como en la teoría de la mediamorfosis, NADA DESAPARECE, SOLO SE TRANSFORMA y es ahí cuando nos damos cuenta, que la publicidad indirectamente se volvió parte de la cultura actual. Hoy en día, es fácil ver la influencia que el mundo publicitario cultiva arraigadamente sobre la construcción de la cultura. Si bien, la publicidad es un reflejo de la cultura en el contexto que la produce, la misma es capaz de crear nuevas maneras de ver, percibir e identificar valores y modelos de consumo (como se los dije en la parte II). Ahora bien, Juan Benavides Delgado – un catedrático de la comunicación audiovisual y la publicidad- determinó hace unos cuantos años atrás que “la publicidad no puede ser observada como un conjunto de técnicas, sino como una actividad que se ha introducido en el contexto de los medios y que contribuye a configurar los nuevos espacios de la cultura”, por lo que podemos apuntar que la publicidad, es parte de la cultura de hoy por cuanto comparte escenario. ¿Es el brandalism cultura? Es parte de ella. Como lo mencioné en anteriores trabajos, la intervención publicitaria tiene raíces en el Street art y la publicidad (arte + propósito) = Cultura. Para quienes se sientan ofendidos, todo tiene su origen en las nuevas metas que se ha planteado la publicidad –crear personas- y como humanos que somos, tenemos fallas en nuestro comportamiento que involucra emociones y sentimientos –la mezcla perfecta para no tener certeza de nada-. Ahora importa poco lo que ofrezcan las empresas, la calidad de la mercancía o la filosofía de la marca. Tú y todos la evaluaremos a través del comportamiento que tenga con los demás (si está a favor de minorías, es socialmente responsable, es ecoamigable etc) y nos veremos reflejados en cada spot comercial aun cuando seas hombre y estés viendo un comercial de jabón femenino porque culturalmente nos hemos convertido en el producto.
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