La única manera de vender una idea, es tener buen storytelling. Y no me refiero a venderle la idea solo al cliente, también al equipo que trabaja contigo. El saber contar historias aplica no solo para el medio, sino para todo en la vida. ¿Cómo le contás tu día a tu mejor amiga, a tu esposo, a tu mamá, incluso a tu mascota? ¿Te cuesta expresar lo que tenés en la cabeza? Aprender a sintetizar una idea y contarla para que cautive, sin quitarle la vida que tiene en sí misma, llega a ser todo un arte. Pero un arte que se aprende con la práctica. Lo que he aprendido hasta ahora del storytelling se puede resumir en dos puntos:
- Sin un buen storytelling tu idea agoniza. Es cierto. La tenés en la cabeza, sabes de qué se trata, sabes que querés comunicar, sabes que va a cautivar. Pero si no sabes contarla en una presentación, se marchita; agoniza y muere a las horas de su nacimiento.
- Necesitas practicar. Y practicar un montón. Hay un dicho popular que dice: “La práctica hace al maestro”, y es verídico. Entre más se hace, más se perfecciona la técnica.
Así como las buenas ideas son fruto de otras ideas, el buen storytelling viene de otros storytelling. Cuando una idea que propongas se cuenta por sí sola, has dado varios pasos grandes en tu forma de describir lo que pensás. Has dominado el arte de mantener alerta tu curiosidad, y de estar presto a hacer las cosas diferentes aplicando la creatividad como estilo de vida. ¿Se puede? ¡Sí! Y es tan bonito. Es tan bonito cultivar una mente con muchos atajos, una mente capaz de crear soluciones que no se ven a simple vista, una mente que a veces es un laberinto, pero que en cada cruce tiene algo diferente que decir y que contar. Así como nuestro cuerpo necesita de vitaminas que lo nutran para que funcione bien, nuestra mente necesita proteínas para mantenerse sana y en constante renovación. Aliméntala con viajes, con curiosidad por lo que ves y escuchas, con preguntas indiscretas, con chistes buenos y malos, con escuchar a otros, con sensibilidad, con lecturas y con descansos prolongados. A partir de esa dosis de proteína viene el arte de saber contar lo que querés contar. Aparece el storytelling. Imagen cortesía de Shutterstock
Comentarios