Mucho se habló la semana pasada del anuncio más desafortunado de los últimos meses: el de Yoplait: sin embargo, llama la atención que es -como muchos dicen- “solo un comercial”, y aún así tuvo el poder suficiente para dividir a la gente en dos bandos. Para algunos, éste no fue más que un simple comercial, asegurando que por ello solo le importa a la marca y a sus protagonistas; pero hay también a quienes indignó profundamente, ya que exhibía un discurso puramente anacrónico: generalizando, representando equivocadamente a un género y lastimando a su paso. Ambos puntos de vista tienen algo de razón. La pregunta es: ¿por qué habiendo tantos comerciales tan malos en nuestros días, éste se volvió tan polémico? Bueno, seguramente porque aborda un tema que de algún modo, tiene la facultad de tocar a todos: hombres, hijos, mujeres, madres, casadas, solteros, quien sea. Todo el mundo tenemos algo qué opinar, porque hacerlo es hasta sencillo y siempre válido, porque se hace desde una experiencia estrictamente personal. Muy cierto es que tal pieza publicitaria llegó en un mal momento para hablar de empoderamiento femenino en un país donde hay inequidad de género y vulnerabilidad en el ejercicio de sus derechos, y por ello, atreverse a hacerlo se volvió un movimiento muy riesgoso; porque decir después de todo, que la pieza fue un intento de la marca por hacer un “reconocimiento a las mujeres» suena a mentira. El objetivo era más simple, la meta era vender más yogurts y punto; y ya en el camino se decidió trepar a la marca a la ola de los temas de moda para capitalizar el auge feminista; pero la frivolidad con la que lo abordó el comercial, fracturó por completo el objetivo. Por eso, lo que se pautó se convirtió en una pesadilla para la empresa, pues la ejecución rompió toda credibilidad en ella, y se retrocedió en la ruta de valor de marca en México, porque ahora, Yoplait habrá que jugar meramente con los valores que posee un simple commodity: vigilar la calidad, venderlo a buen precio, armar promociones y quizás solo así, se salven los números este año. mucho se rumoró que la pieza se había orquestado desde Facebook; pero ¿eso es cierto?, ¿eso significa que los algoritmos se equivocan? Las marcas deberían pues, confiar más en gente con visión, y menos en los datos duros. Porque al final, un yogurt es esencialmente eso: “un yogurt”, y por eso lo toman mujeres, sí; pero también hombres, niños, jóvenes y ancianos. ¿Por qué forzar un producto a encajar en un segmento cuando no posee características poderosas para hacerlo de ese modo? Al final, no todos sus consumidores aspiran a ser una “mujer empoderada”, ni ser la guerrera o heroína que son las únicas opciones que dejan a sus consumidores. Así, queda una lección al final: Las personas seguirán siendo “solo” personas y el reto está en conectar auténticamente con ellas. AUTOR Louis Louna El autor es editorialista invitado y publicista desde hace más de 15 años. Dejó de tomar yogurt la semana pasada.
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