Todo entra por los ojos, una frase que hemos escuchado muchas veces, y en publicidad esto aplica para absolutamente todo. Desde el diseño de la marca, pasando por las piezas publicitarias y todo lo que tenga contacto con los clientes. Entonces no entiendo por qué cuando hablamos de packaging algunas marcas parecerían conformarse con cualquier recipiente apto para contener el producto… Uno de los mejores profesores que tuve a lo largo de la carrera siempre nos decía que el packaging comunica. Y yo agregaría que más que esto muchas veces se convierte en el motivo por el cual compramos un producto. A cuántos no nos ha pasado que estando en el supermercado nos decidimos por algún artículo porque nos gusta su empaque, a pesar de ser un poco más costoso que la competencia. O cuántos no hemos sonreído al recibir un domicilio de algún restaurante y ver que en lugar de la caja de poliestireno blanca viene en un recipiente diferente y que muchas veces es funcional. Y la funcionalidad es algo que el consumidor moderno sabe apreciar. Un empaque bonito gusta y vende, pero uno que además de bonito sea funcional enamora, y hacia allá es donde deben apuntar todas las marcas. Un empaque que no solo sirva para contener el producto, sino que nos ayude a facilitarnos su uso, o por qué no, a facilitarnos la vida. Un empaque que una vez hayamos consumido el contenido nos sirva para algo; eso es crear un vínculo fuerte entre la marca y el consumidor. Los empaques hablan por si solos, transmiten información y tienen vida propia; nos cuentan secretos del producto, y con esto no me refiero a los ingredientes con los que un producto está hecho, o su contenido. Un buen packaging nos dice si una marca se tomó el tiempo necesario en diseñarlo, en pensar en que colores utilizar y como diagramar los textos para facilitar su lectura; nos cuenta si pensaron en un recipiente solo para contener el producto, o si en lugar de esto se preocuparon por un empaque que lo complemente y lo haga más fuerte; nos habla si la marca pensó en un packaging que además de servir de recipiente nos ayude en algo más. El buen packaging dice: tú me importas; y eso en un mundo de productos idénticos y lleno de ruido es un mensaje que se escucha claro y fuerte, y que puede ser la diferencia entre vender y enamorar; entre generar una venta y fidelizar un cliente; entre terminar en la basura o en la vida de nuestros consumidores; porque al final, todo entra por los ojos. AUTOR Adolfo Vásconez Escobar
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