En la vida hay varios miedos que debemos enfrentar cuando entramos en la etapa adulta. Los más comunes tienen que ver con el matrimonio, los impuestos y el fracaso. Sin embargo, hay un miedo que cada vez es más recurrente, uno que viví de cerca y al que muchos de ustedes se han enfrentado. Se trata del miedo a renunciar, un terror que se presenta con frecuencia en las agencias de publicidad.
Hasta el momento he tenido 5 empleos formales, todos de distinta índole y con su respectiva complejidad. Al principio, renunciar parecía un hecho fácil, incluso deseable. La primera vez que renuncié fue en mi segundo empleo, y la verdad fue fácil, porque sólo tenía 28 años y el motivo fue más personal que laboral. Sin embargo, recuerdo que tuve una rara sensación de estar “traicionando” a alguien. Un sentimiento que poco a poco se haría más familiar.
Con el paso del tiempo, la idea de renunciar se cargó de más miedos e inseguridades, ya que por más difícil que fuera la situación, no me podía dar el “lujo” de huir de mis “responsabilidades”, o al menos eso es lo que decían mis amigos y familiares. Pero los años y experiencias también me hicieron entender que ningún trabajo debería estar por encima de mi tranquilidad, y es que en mis peores momentos dejé de dormir, descansar, y descuidé mi salud, creyendo que todo aquello era “normal”.
Y es que es difícil entender que el lugar en el que estás es sólo un empleo, una actividad más, no tu finalidad. Eso es lo que entendí con el paso del tiempo, pero tristemente, mi caso es más común de lo que parece, sobre todo en el ramo de la publicidad, donde salir a altas horas de la noche o madrugada se convierte en algo rutinario, donde algunos jefes parecen “vender” tu tiempo al mejor postor, o donde lo que menos importa eres tú y tu tranquilidad.
Y no me mal entiendan, no los estoy incitando a renunciar, al contrario, deseo que me estén leyendo mientras están en su trabajo ideal, con plena felicidad, porque también hay lugares que respetan la libertad. Sólo quiero dejar en claro que renunciar, no es sinónimo de miedo o debilidad, sino de confianza, respeto y amor personal.
Comentarios