Asumimos que ha mejorado la educación ya que los grandes líderes de los países sacan estadísticas con las que afirman los impresionantes logros en esa materia, que el número de gente que accede a la escuela, al colegio y a la universidad ha incrementado, otros con un discurso más cínico presentan leyes en las que los niños no pueden perder un año, llenan de reportes a los pedagogos para justificar cada actuación y al final del día los resultados son solo sociedades retorcidas en pos de la extinción.
Antaño las sociedades tenían maestros de primer nivel, gente con mucho conocimiento, pero más importante aún, era su capacidad de tomar decisiones la cual utilizaban para desarrollar las clases, cambiar los temas y reforzar lo que a su criterio técnico vieran necesario, manejaban varios grados, muchos alumnos, desarrollaban habilidades y capacidades distintas en distinto tipo de estudiantes, sin embargo su mayor y mejor característica eran los valores, no el conocimiento (es decir sabían mucho pero eso no era lo primordial) los valores que transmitían a niños y padres de familia, a la sociedad y al mundo, eran el sostén ético para los pueblos chicos o grandes metrópolis. Esta perspectiva hacía que un profesor asumiera con criterio los problemas diarios y los desnudara ante la sociedad, generando una nueva perspectiva con diferentes criterios quienes lo escuchaban, permitiendo que las sociedades tuviesen claro qué es bueno y qué es malo.
Hoy las sociedades vivimos en un continuo fascismo, aparece cualquier persona diciendo qué es lo que está bien y qué está mal, políticos que corrompen cada uno de los engranajes de la sociedad y de quienes deberían auditarlos para utilizarlos en contra del pueblo ¿y en ese momento a quién acudir? Otra hora se acudía al consejo de los educadores para que, con criterio, hacer frente a estos atropellos; así era como la palabra de los maestros era autoridad, pero hoy, la realidad es que muchos maestros solo están allí por un sueldo, la gran mayoría ni siquiera está apto para dar clases, no saben ni los temas ni didáctica ni planificación en el aula, nada que les abalice para ser maestro, sin embargo son la guía de quienes dirigirán y cambiarán los países.
Si las sociedades quieren un cambio para bien, deberíamos dar la vuelta al pensamiento y exigir de los educadores mucho más que clases, exigir a nuestros hijos mucho más que simples notas y exigirnos a nosotros mismos ser verdaderos ejemplos día a día.
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