Sí, es cierto, trabajar en agencia es una de las mejores experiencias para explotar tu creatividad al máximo, nadie duda de ello. Sin embargo, y lo digo desde el punto personal y subjetivo (aunque considero que muchos sentirán empatía con ello), también es un infierno en la tierra. SE TENÍA QUE DECIR Y SE DIJO.
Recuerdo mi primera experiencia como si fuese ayer y me persigue constantemente donde quiera que trabaje, aún no sé si para bien o para mal. Pese a organizar debidamente mi día, hacer todas mis tareas dentro de mis horas laborales y correr de aquí para allá con la finalidad de terminar todo a tiempo antes de la hora de salida, siempre preferí quedarme de media hora a una hora más “por si acaso”, no vayan a pensar que no he estado haciendo nada por el resto del día. Y este puede sonar a un pensamiento absurdo, pero durante el tiempo de espera siempre era necesitaba, entonces esta hora se prolongaba excesivamente a una, dos tres… hasta 5 o 6 horas adicionales dentro de la oficina resolviendo briefs, analizando artes, elaborando copies, entre otras tareas comunes de un redactor. Pese a que era tan solo una pasante, sentía que mi trabajo era completa y expresamente necesaria para el desarrollo de las actividades de la agencia. Jamás me detuve un momento a pensar “¿cómo hacían antes de que yo estuviera?”
Cuando mis pasantías terminaron, pensé que quizás las cosas serían distintas una vez que ya tuviese un cargo más “importante” con un sueldo a lo mejor un poco mejor o más considerable que el básico. Boy, was I wrong. De cierta forma, un mayor cargo implica mayor responsabilidad, claro, pero eso no significa que la demanda de mi tiempo, calidad de vida e incluso tranquilidad dependan por completo de mi trabajo. Los clientes estaban, están y estarán acostumbrados a que la agencia solucione todos sus problemas a cualquier hora en cualquier momento, sin tener en consideración fines de semana, llamadas en la madrugada, vacaciones o días festivos. Mi trabajo como creativa siempre fue desafiante y lleno de aprendizajes en el camino: aprendí no solo a controlar mis impulsos creativos y a cuestionarme mucho más acerca de mis decisiones en las campañas o conceptos, sino que también supe cómo manejar conflictos, todo tipo de clientes, usuarios y consumidores, además claro de todas las herramientas que se encontraban a mi alcance, tanto de marketing como de comunicación y digitales. Sin embargo, nada de ello fue suficiente para alcanzar, por ejemplo, un digno horario de trabajo, buena paga o incluso un trato un poco más humano de parte de los gerentes y clientes.
Mi punto de quiebre sin duda fue alcanzado cuando trabajé junto a uno de los más reconocidos emporios de retail de mi país. Mi cargo era Directora de Contenidos, manejando no sólo los conceptos, copies, y al grupo creativo, sino también me encargaba de las cuentas, de cada una de ellas, las opiniones del cliente, sus requerimientos, reuniones, status semanales, artes, presentación de resultados, relaciones públicas y, como había poco personal y bajo presupuesto para nuevas contrataciones, también fui CM. Durante semanas trabajé dentro de la agencia por más de 12 horas, tomando turnos para dormir con otros de mis colegas mientras desarrollábamos una campaña. Eso sin mencionar que la jefatura constantemente le bajaba la moral al equipo, comentando que sus ideas y conceptos “no eran buenos” que “nadie era creativo” o que “mejor hubiésemos contratado a otros”; dicho sea de paso que el ambiente no era bueno, ya que la misma persona a cargo era quien alimentaba ese espíritu de desunión en los trabajadores.
Sin lugar a duda, pensé que esta terrible experiencia era solo mía, pero pronto descubrí que no era así. Al contarle a otros colegas que trabajaban en distintos medios de publicidad de todo tipo, ellos me veían con una cara de ya lo hemos escuchado y decían “Esa es la vida de agencia”. Muchos vivieron maltratos (hay que llamar a las cosas por su nombre) parecidos o mucho peores, sobre todo relacionados con la hora de salida y entrada, donde se trata a los creativos como máquinas de producción y no como humanos que necesitamos satisfacer nuestras necesidades más básicas con el fin de funcionar adecuadamente, Pirámide de Maslow, hello.
Sí, es cierto, la vida de agencia es muy buena para poner en práctica distintos skills, pero tenemos que dejar de normalizar el maltrato como “trabajo bajo presión”, y de ver mal a las personas porque salen a la hora de salida o pensar que se van 6pm en punto porque “no tienen nada que hacer”. Las prioridades se crean y, como siempre digo, primero vas tú, después el mundo.
I have a dream, alguna vez dijo Marthin Luther King Jr. Yo me sumo como publicista ante este discurso y, sin objeto de burla, sueño con que por fin se nos trate a los publicistas como lo somos: personas, no máquinas.
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