Hace un par de semanas, mientras viajaba con un grupo de músicos desde la ciudad de Los Mochis hacia mi natal Culiacán, platicaba con un chico acerca del proceso creativo y me preguntó cómo se escribía una canción. Por unos segundos me quedé petrificado sin poder responderle. Para ser sincero, yo no lo sabía, nunca lo he sabido.
Al principio quise alardear y pensé en arrojarle una fórmula mágica, como si yo tuviera la respuesta a su pregunta. Al yo desconocer los métodos de composición académicos, sólo le respondí: “Comienza escribiendo historias. Escribe lo que sea, de lo que te gusta o lo que te da miedo. Lo primero es escribir”.
El ego siempre nos empuja a lograr todo perfecto en el primer intento… bullshit!, ésto no sucede así. Nuestro narcicismo es tirano y nos traiciona al evadir el error, haciéndonos creer que nunca debemos equivocarnos. ¿Cómo escribimos el mejor copy, una gran historia o una fantástica canción? Escribe, edita, repite.
Eduardo Galeano decía: “Quien escribe, teje. Los textos son como nosotros, tejidos que andan”. En la fisiología humana, es real que estamos conformados por células, líquidos, fibras, vitaminas, huesos, músculos y proteínas… nuestro cuerpo está constituído de mucha materia; pero el responsable de definirnos como humanos es el pensamiento, el cual está formado de palabras.
Hace algún tiempo escribía que el lenguaje, a través de la palabra escrita o hablada, nos permite expresarnos para así entender el mundo que se nos presenta mientras crecemos.
En los inicios de la humanidad, el hombre comenzó a retratar su entorno dibujando relatos en piedras dentro de cavernas o sobre la arena, después mediante sofisticados jeroglíficos en papiro, murallas o incluso su propia piel. El humano logró la hazaña de comunicarse a distancia con señales de humo en el cielo o hasta iluminar con luces las más negras noches; toda superficie ha sido un lienzo para escribir historias.
En el terreno del branding, el storytelling es la capacidad de contar historias ancladas a los valores de una marca que muevan las emociones de su pu?blico objetivo generando una conexio?n emocional tan poderosa que trascienda al propio producto, al tiempo que resalta sus atributos.
Veamos al acto de escribir como una suerte de prensa del recuerdo, es ese sueño que busca realizarse, el viaje que precisa la memoria, el poema que seduce a los amantes.
La mejor forma de aprender algo es haciéndolo. Para aprender a escribir hay que leer y por supuesto escribir. Mucho. Escribir es libertad, deseo, semblanza, saludo, despedida; es conexión o fractura. Escribimos cuando extrañamos y deseamos compañía o a la distancia en solitud.
Desde nuestra primera palabra y hasta el último aliento, vivimos en una conversación. Si no hablamos sentimos que estamos muertos ya que la palabra es vida, es motivación, es consuelo. Las palabras son símbolos con significado pero cobran un sentido distinto en cada sujeto, marcando el pensamiento y definiendo la personalidad del hablante.
Cito al Quijote de Cervantes: “La pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos”.
La palabra es poderosa, emociona a la mente y conmociona al cuerpo. Está a la espera de cobrar vida al ser leída o pronunciada. El texto es el viaje de la palabra, un recorrido que precisa origen y destino. La escritura es la intimidad masificada, comienza con la idea y el deseo compartirse uno mismo con el exterior. En las palabras reside una oportunidad de renovación ante la constante hostilidad del mundo.
No existe ningún secreto para aprender a escribir más allá de comenzar a hacerlo. Comencé estas líneas intentando contestar la pregunta de ese chico y terminé escribiéndolas para mi yo del pasado.
Así que joven Wilfrido, si al leer esto respondo tus preguntas, significaría que estas son palabras vacías, tejido inerte, frases sin sentido. En caso contrario, si esto te hace dudar, reflexionar y te reta para así comenzar a escribir tu propia historia, entonces triunfé.
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