El acondicionador de aire nació en 1902 cuando Willis Carrier desarrolló e instaló el primer sistema en una empresa editorial de Brooklyn, Nueva York. Carrier era ingeniero mecánico y en 1915 fundó la Carrier Engineering Corporation para vender su nueva tecnología.
Los cambios que este invento provocó en todo el mundo son tantos y tan importantes que hoy hasta resulta difícil de creer. Solo en los Estados Unidos, el acondicionador de aire produjo una verdadera revolución; por ejemplo, su capital, Washington DC se convertía en un pueblo fantasma durante el verano: los políticos abandonaban la ciudad debido al calor y la humedad. Otras ciudades como Phoenix y Las Vegas no crecían por las insoportables temperaturas estivales, y el sur de ese país no conseguía la radicación de industrias en su territorio.
El ejemplo más curioso de este cambio generado por la creación de Carrier es su adopción por parte de las salas de cine a partir de la década de 1920. La industria cinematográfica tenía un problema grave: en verano, las altas temperaturas combinadas con el sudor del público encerrado en un espacio limitado, hacían que en esos meses la audiencia disminuyera de manera considerable. Pero en 1925 Carrier convenció a la Paramount Pictures Corporation para que instalara su sistema en el Rivoli Theater, una sala en Times Square, Nueva York, que se iba a inaugurar el Memorial Day (último lunes de mayo); el sistema se testeó ese día y fue un éxito sensacional: el teatro se llenó de gente, muchos para ver la película y muchos para escaparse del calor. Durante los cinco años siguientes, Carrier instaló su tecnología en 300 salas de todo el país, y el aire acondicionado transformó los meses de verano en la estación más rentable del año.
La noche del experimento estaba presente Adolph Zukor, legendario productor y presidente de la Paramount Pictures, ansioso por ver la reacción de la audiencia. De acuerdo con Carrier, “gran parte del público era escéptico con respecto al nuevo sistema: se habían llevado abanicos para darse aire. Tuvimos demoras para instalar el acondicionador de aire y cuando la gente entró a la sala todavía no estaba funcionando, pero cuando lo encendimos la gente lentamente dejó de abanicarse. Salimos al lobby y esperamos que bajara el señor Zukor; cuando lo hizo y nos vio, solo dijo una frase: ‘Sí, a la gente le va a gustar’”.
A todos nos gusta, obviamente. Y más cuando vamos al cine.
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