“Quien tenga un verso que dar que abra la mano y lo entregue”, canta Julieta Venegas a dúo con Jorge Drexler en su tema “Abracadabras” donde ponen de manifiesto la conexión humana que provoca la poesía de una canción, un poderoso lazo que nos une a otros mediante emociones a partir de la idea original de quien la escribe.
En algún momento todos cedemos al poder místico de una melodía y en ese sentido recordaba que hace algunas semanas se celebraba el Día del Compositor; entre citas de canciones y memes, hice memoria de esos artistas (a veces famosos otras anónimos) por los cuales siento un profundo respeto al crear las piezas musicales que me han acompañado a lo largo de mi vida.
Desde compositores clásicos como Beethoven, Stravinski o Bach hasta Phill Collins, Dolly Parton o Paul McCartney, a los mexicanos Francisco Gabilondo Soler, Agustín Lara, Juan Gabriel, Lupe Esparza y Natalia Lafourcade por mencionar sólo algunos.
Algo que tienen en común todos los anteriores es que han llevado su capacidad creativa a niveles excepcionales, no sin verse involucrados en resolver los problemas que acompañan a la invención. Un compositor musical es quien ensambla los sonidos basándose en parámetros teóricos de forma imaginativa y utiliza su ingenio para crear obras que transmitan una vibra y provoquen sensaciones. Pero, ¿qué puede un creativo publicitario aprender de los compositores y sus historias?
Al ser una manifestación estrechamente vinculada a la emoción humana, la música es considerada como parte fundamental en la formación de todas las culturas y desempeña un papel notable en el desarrollo social y cómo percibimos el mundo que nos rodea. Es ahí cuando la figura del compositor y su creación cobran mayor relevancia en el avance de la sociedad.
En el artículo Sonic Branding de The Economist, se aborda de manera muy acertada, la relevancia que cobran los sonidos en un mundo plagado de imágenes y logotipos. El sonido de los productos (y la música que acompaña a su mercadeo) representan la creciente tendencia que nuestros oídos, cada vez ganan mayor terreno en cómo nos relacionamos con las marcas.
Como si fuera un designio cósmico, por aquellos días me encontré con un Ted Talk de Roberto Musso, vocalista del grupo uruguayo Cuarteto de Nos, en la cual comparte su proceso creativo de composición. Musso comienza su charla con una graciosa historia acerca de su gata y a través de ella nos narra una serie de eventos entrelazados que terminan en la canción Yendo a la casa de Damián, un tema clave en su carrera artística y la de su banda.
El uruguayo comenta que durante el proceso de escribir dicha canción, descubrió aspectos interesantes del idioma español frente a su rival el inglés. Temas como la ortografía, la gramática, la acentuación y en particular la fonética, son una parte fascinante del progreso narrativo sonoro.
Otra parte interesante de la historia de Roberto, es la relación entre el storytelling y el marketing.
En la canción del Cuarteto, el compositor incluye un montón de marcas que acompañan su épico viaje a la casa de alguien que ni siquiera conoce.
Ahora bien, si observamos los puntos en común y los unimos, en cierta manera un creativo publicitario es un compositor y debería absorber de su símil musical, toda la humanidad que éste plasma en su obra. Ser un recopilador que recoge por el camino experiencias para así utilizarlas en contar su propia historia, que como decía Sigmund Freud: “Si me sucede a mí entonces también le sucede a los demás”.
Así seas músico, escritor, científico o emprendedor, todos necesitamos de la creatividad; y qué mejor forma que a través de una de las más sublimes expresiones artísticas del espíritu humano: la música. Conectar con la emoción de la audiencia para crear contenidos relevantes y orgánicos, sería la clave para generar vínculos a relaciones más duraderas con las marcas.
“No le digamos a la gente cómo sentirse, déjalos sentir a través de lo que tienes”, Rich Silverstein copresidente y director creativo de Goodby, Silverstein & Partners, San Francisco.
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