Antes de que me quemen por hereje, me gustaría explicar mi punto: Evidentemente las empresas invierten en publicidad esperando un retorno de la inversión, pero mi postulado atiende más a exponer que, decir que el único objetivo de la publicidad es vender, es equivalente a decir que la única razón por la que una persona apoya a otra es porque quiere sexo. La publicidad está hecha para que las marcas comuniquen su propósito, y en ese camino, logren consolidar la relación con los consumidores que comparten dicho propósito con su propio sistema de creencias. Su objetivo es sorprender a una audiencia con historias entretenidas, divertidas o que inviten a la reflexión, pero si la comunicación no obedece a un proceso consistente de marketing, no es mucho lo que puede lograr. Una empresa no va a vender más, si tiene el comercial más bello del mundo, pero trata mal a sus empleados. Una compañía no va a vender más, si contrata al influencer más famoso, pero sus métricas de servicio al cliente son pésimas. Ninguna marca va a vender más, si no posee una coherencia entre su storytelling y su storydoing. En estos días leía una columna de Paul Burke en la que mencionaba que la publicidad debería alejarse de su tono inspiracional y recuperar su propósito principal, que según él, es vender. Yo, respetuosamente, estoy en desacuerdo, ya que va en contra no solo de lo que creemos muchos publicistas, sino de lo que dicen los reportes de tendencias más importantes del mundo. El Forrester Prediction 2020 menciona que debe haber un equilibrio entre la tecnología utilizada, la data analizada y el impacto al medio ambiente con las utilidades perseguidas. El documento global de tendencias de Deloitte Insights, menciona que las compañías que construyen su marca alrededor de un propósito real tienen un profundo impacto en la vida de sus consumidores. El reporte de Kelton y el de Isobar para este año, le da mucho énfasis a la importancia del elemento humano dentro de la comunicación. Así que, evidentemente, no se trata de una posición romántica de un idealista de la publicidad, sino de una realidad contemporánea del mercado. Obvio, de la misma manera en que una relación sin sexo pierde viabilidad, la publicidad que no contribuye a las ventas va a ser rápidamente desestimada por los clientes, pero pienso que la palabra clave es precisamente “contribuir”, más que hacerla directamente responsable por el movimiento de la caja. Una marca que no se preocupe por crear narrativas que inspiren a sus audiencias, simplemente no va a ser relevante para nadie, comenzando porque no va a ser una marca, sino una fábrica de productos de consumo.
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