A raíz de la lamentable muerte del gran guitarrista Eddie Van Halen, la cuenta @eladdio compartió un hilo extraordinario en Twitter, que tiene que ver con la banda Van Halen y una extraña exigencia que, en realidad, es mucho más que eso. Veamos. A fines de la década de 1970, Van Halen era una de las bandas más grandes del mundo, y salían de gira por varios países. En todos lados montaban producciones enormes, con gran parafernalia de luz y sonido (los vi en Buenos Aires a principios de los 80, y recuperé el oído recién dos días después). Antes de que los músico a llegaran a cada ciudad, ya se estaba montando la estructura para su concierto; luegos aparecían ellos con el resto del equipamiento y se terminaba de armar el escenario. Para que todo se armara según sus requisitos, Van Halen hacía que en cada ciudad se firmara un contrato muy detallado, que incluía hasta los enchufes necesarios y el tamaño de las puertas para poder trasladar los equipos. Esos contratos también venían con una cláusula muy particular. El artículo 126, que decía: “No habrá ningún M&M marrón en la zona del backstage, bajo pena de cancelación del concierto y pago total a Van Halen”. En efecto, la banda pedía chocolates M&M pero no marrones. Y la prohibición de los M&M marrones volvía a aparecer en la lista del catering, en mayúsculas y subrayada. Alguien, por lo tanto, se tenía que dedicar a extraer los M&M marrones. De a uno, y a mano. De hecho, en un recital en el Estado de Colorado, el cantante David Lee Roth encontró M&M marrones en un bol y tuvo un ataque de furia que lo llevó a destrozar los camarines. La noticia se filtró a la prensa que, con toda lógica, acusó a los músicos de ser divas, maniáticos, excéntricos y caprichosos. Sin embargo, en su autobiografía, el mismo Roth reveló la razón del pedido. Según él, todos los contratistas les aseguraban que habían hecho bien las cosas, siguiendo las instrucciones técnicas con todo detalle. El grupo no tenía tiempo de comprobarlo, y entonces lo primero que hacían era revisar el bol de M&M: si encontraban chocolates marrones, se daban cuenta de que el contrato no había sido leído con la debida atención. Si no habían seguido esa indicación, la banda sabía que podía haber fallas mucho más cruciales en la estructura del concierto. Fallas que hasta podían ser letales. En conclusión, no podían garantizar la seguridad de los trabajadores, del público y de ellos mismos. Este original sistema de control de calidad funcionó. En aquel recital de Colorado que provocó la ira de David Lee Roth, el escenario hundió el suelo de la cancha de básquet donde lo habían montado, y causó daños por 80.000 dólares. Lo que parecía una exigencia ridícula de un grupo de rockstars era, en verdad, una manera brillante de control de calidad. Tanto que hoy se la conoce como “la Cláusula Van Halen”. En fin, parece que Eddie Van Halen no solo revolucionó la forma de tocar la guitarra en el rock, sino también la manera de manejarse en entornos caóticos de riesgo. Chau, Eddie, gracias por todo. (Fuente: Hilo de @eladdio en Twitter)
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